El poder y la gloria en ‘Ciudadano Kane’

Este clásico realizado hace 66 años encabeza las listas de los mejores filmes de todos los tiempos, alcanzando en muchas ocasiones el primer puesto. El American Film Institute lo proclamó el mejor el pasado junio, por segunda vez en esta década. Fue el debut cinematográfico del cineasta Orson Welles, que lo dirigió con tan sólo 25 años sin imaginar en lo que se convertiría después.

Su valor reside en que es una revisión del arte cinematográfico conocido hasta entonces (era el año 1941), un compendio del conocimiento adquirido durante 45 años de experimentación del celuloide.

Ciudadano Kane es la historia de un hombre llamado Charles Foster Kane. Arrancado de los brazos de su madre a la tierna edad de 9 años para brindarle un futuro mejor, se convierte en un magnate de la prensa dueño de varios periódicos en los Estados Unidos.

Adinerado y con mucho poder, dirige sus rotativas con mano férrea y de forma personalista, motivado por el beneficio económico en detrimento de la calidad informativa. Con un carácter egocentrista centrado en su propia voluntad, acaba sus días solo aislado en su inmensa mansión, Xanadú, donde al fallecer pronuncia la palabra que da sentido al filme: «Rosebud«.

El filme comienza con su muerte. Los periódicos publican esa última y misteriosa palabra pronunciada y los periodistas se afanan por descubrir su significado. Un reportero inicia una investigación y se entrevista con las personas que más lo conocieron en vida, y las memorias de éstas constituyen el grueso del metraje: sus palabras se convierten en imágenes, de forma que el filme narra la vida de Kane por partes a modo de un rompecabezas.

Sus primeros años de vida en un hogar pobre, su ascensión meteórica en el mundo de la prensa, su falta de escrúpulos en el trato de la información, sus aspiraciones políticas a gobernador y presidente… las diferentes etapas de su historia personal desde el punto de vista de quienes convivieron con él.

Finalmente, sólo el espectador llega a conocer el significado de «rosebud«. Por más que lo intentan, nadie en la pantalla logra desentrañar el misterio, y el magnate va a la tumba con su secreto a buen recaudo. Lo que el inocente significado de esta palabra expresa es lo que le da al filme su sentido último, lo que conforma su moraleja. Ésta consiste en una crítica al afán de poder y posesión sin límite como alienador del ser humano.

Lo que viene a decir Orson Welles es que una vida centrada en lo material no es una vida feliz, sino una vida miserable que trae tristeza y la expande al entorno más inmediato.

El personaje de Kane está basado en el magnate real William Randolph Hearst, que ha pasado a la historia por provocar la guerra entre España y Cuba en 1898 con su campaña periodística y por ser el padre de la prensa amarilla o sensacionalista. Hearst vivía cuando se produjo el filme e intentó impedir su estreno por considerarlo difamatorio e injurioso. No consiguió su objetivo, aunque sí limitó el triunfo de Ciudadano Kane en la taquilla.

Otros personajes del filme están basados en personas reales, como la esposa del magnate Susan Alexander, que fue una caricatura de la propia amante de Hearst Marion Davies, cuya carrera quedó truncada a consecuencia del filme.

El valor de Ciudadano Kane como obra cinematográfica radica en la maestría con la que renueva el lenguaje del cine. No inventó nada, pero utilizó el conocimiento existente de forma novedosa, marcando un antes y un después. Por ejemplo, juega con la profundidad de campo para presentar todos los planos de la escena perfectamente enfocados con lentes especiales.

También muestra los techos de las estancias, algo novedoso puesto que los techos no existían al ser las localizaciones estudios con cuatro paredes. Estos techos eran añadidos para dar sensacion de realidad y para que los contrapicados que acentúan la magnificencia del personaje de Kane fueran efectivos.

La narración fue asimismo original al presentar el filme en forma de flashbacks y sin continuidad temporal. En cuanto a la iluminación, utilizó técnicas lumínicas inspiradas en el expresionismo alemán, con contrastados claroscuros también característicos del cine negro.

En definitiva, Orson Welles y los especialistas que trabajaron con él modernizaron el lenguaje del celuloide con gran clarividencia. Él contaba tan sólo 25 años de edad, los mismos que tenía otro genio del cine cuando realizó su primer filme: Alejandro Amenábar. Sólo los grandes hacen obras prodigiosas.

Con el paso de los años, Ciudadano Kane se convirtió en un clásico imperecedero y una lección obligatoria en todas las escuelas de cine del mundo, y empezó a encabezar las más importantes listas de obras maestras.

Es un filme desolador, devastador, profundamente triste. Los diálogos están impregnados de un hondo pesimismo, y al oírlos el mundo se hace menos amable, más siniestro, menos comprensible. El mundo es por unos instantes ese lugar en el que el hombre es un lobo para el hombre, en lugar de un hermano.

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