Las situaciones sociales que habían tanto en Argentina como en Brasil no eran las mejores, por lo que el nuevo cine intentó reflejar eso, y mostrarlo al mundo. Así surge un nuevo cine latinoamericano, que deja de lado la escuela de Hollywood de hacer películas comerciales que entretengan al público para hacer filmes con verdadera carga emotiva, social, y sobre todo real. Básicamente se trataba de mostrar lo que ocurría en la vida de los ciudadanos en determinado contexto.
Los dos casos más marcados han sido, como ya lo hemos dicho, Argentina y Brasil, lugares donde los filmes realistas comenzaron a rodarse en cantidad en los 90. Glauber Rocha, fundador del Cinema Novo en Brasil afirmaba que el problema de América latina era que el hambre del ciudadano no era solamente un síntoma alarmante de la pobreza social, sino la ausencia de su sociedad. Rocha se basaba en que la violencia es un comportamiento normal de alguien que tiene hambre, y ambas características las comparten los personajes de las principales películas de la época:
“Pizza, birra, faso” de Adrián Caetano y Bruno Stagnaro, fue uno de los primeros filmes en tocar el tema de la marginalidad desde el lenguaje, la imagen oscura, y el haber sido filmada con cámara en mano, lo que la hacía todavía más real. Esta película, al igual que “Fuga de Cerebros” de Fernando Musa, y “El Bonaerense” de Pablo Trapero, tomaron las características del neorrealismo en sus realizaciones y así surgió el Nuevo Cine Argentino.
En Brasil “Estación Central” de Walter Salles, presenta un enigama de búsqueda de identidad. Una identidad marginal que ha sido creada a partir del olvido, la discriminación y la violencia propias del desamparo. Todos estos elementos también están presentes en “Ciudad de Dios” de Fernando Meirelles, “Amarelo Manga” de Claudio Assis y “Carandirú” de Héctor Babenco. Estos films forman parte del movimiento denominado “Cinema da retomada”, surgido en esta época.
