‘Sicko’

sicko.jpgNos encontramos ante la tercera lanza de Michael Moore contra el sueño americano. Esta vez la diana es el sistema de salud estadounidense y su comparación con los de Canadá, el Reino Unido, Francia y Cuba. Fiel a sí mismo, el cineasta ha vuelto a levantar polémica, siendo alabado y denostado en la misma proporción. Después de Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11, vuelve a poner el dedo en la llaga para denunciar un sistema sanitario privado que sólo atiende a quien puede pagarlo.

Todavía sin fecha de estreno prevista en España, Sicko se estrenó el pasado mayo en el Festival de Cannes y en junio en los Estados Unidos. En Cannes, donde en 2003 Moore ganó la Palma de Oro por Fahrenheit 9/11, recibió una ovación en pie que duró varios minutos.

Contó con un presupuesto de 9 millones de dólares y en su primer fin de semana de estreno se convirtió en el segundo documental más taquillero de la historia, sólo superado precisamente por Fahrenheit 9/11.

Sicko describe, a través de las historias de personas anónimas, el sistema sanitario de los Estados Unidos. En Europa entendemos que el cuidado de la salud debe ser de carácter universal, a cargo del Estado; que todo individuo tiene derecho a asistencia sanitaria independientemente de lo abultado de su cuenta bancaria. Esto no admite discusión.

En ese país, sin embargo, la salud es un objeto de mercado como cualquier otro, dirigido por compañías privadas que, lógicamente según los parámetros del mercado, buscan beneficio económico en lugar de mirar por el auténtico bienestar de los pacientes, o, en este caso, más bien clientes.

Resulta increíble que en el país más avanzado del mundo ocurra esto. Su modelo de sanidad moderno tiene su origen, según el documental, en la era Nixon. El filme reproduce una conversación grabada entre el presidente y uno de sus asesores acerca de cuál es el sistema sanitario idóneo para el país. Pues bien, lo que concluyen es que un sistema privado es más beneficioso que uno público puesto que permite ganar más dinero a quienes lo dirigen.

Esto concuerda con el proverbial pavor anticomunista de los Estados Unidos, un país forjado a través del esfuerzo en una carrera en la que suele salvarse el más fuerte. Ellos entienden que un sistema universal de salud es más propio de países regidos por regímenes de tipo socialista o comunista, como Cuba.

Cuba es uno de los destinos de Michael Moore en el filme. Junto con10 afectados por el 11-S, se presenta en la base naval de Guantánamo para pedir atención sanitaria gratis. Estas personas sufren múltiples afecciones como consecuencia de su participación en el rescate y el desescombro y han sido ignoradas por el Gobierno.

Guantánamo es el único lugar en suelo estadounidense que ofrece atención a la salud de forma gratuita. ¿Para quién es esta atención? Para los presos. Sí, los mismos que andan con cadenas en los pies y tienen anulados sus derechos.

No consiguen acceder a la base y se dirigen a Cuba, donde sí reciben atención gratuita para sus enfermedades. Es sobrecogedor lo sinceramente agradecidos que están a sus cuidadores y lo que se sorprenden al comprobar lo baratos que son allí los mismos medicamentos que compran en su país a un precio mucho más elevado.

Aparte de Cuba, Moore viaja a Canadá, el Reino Unido y Francia. En los tres países el sistema de salud es gratuito y universal, y las personas que el cineasta entrevista se sorprenden de que les pregunte cuánto pagan o cuánto cobran por sus servicios.

Puede que Michael Moore sea un histriónico (en este documental ciertamente está muy contenido) y un showman y esté pagado de sí mismo, pero su labor es impagable. Nadie se atreve a contradecir al Gobierno más poderoso de la Tierra como lo hace él, y lo hace bien.

Esta vez embiste ayudado por los hermanos Weinstein y su productora The Weinstein Company, y por Chris Lehane, estratega político que ayudó en la campaña de Fahrenheit 9/11 y fue asesor en la campaña de Al Gore en 2000, además de ser el abogado de Bill Clinton.

Es una película para despertar conciencias, sin duda. Para despabilarnos a todos con historias crudas, reales como la vida misma. Se agradece el humor que impregna todo el metraje, que ayuda a sobrellevar tanta tristeza. Un 10 para Michael Moore.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *