21 Gramos

21 gramos

El filme 21 Gramos es una pequeña gran joya del séptimo arte. El director mexicano Alejandro González Iñarritu explora el alma humana con gran sensibilidad y ofrece un retrato de las emociones y los sentimientos más primigenios y arrebatados del ser humano.

Con un guión bien elaborado y unos actores espléndidos (Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro en los papeles principales), atrapa al espectador desde el primer fotograma y le lleva a experimentar esos mismos sentimientos y emociones desde el cómodo asiento de un espectador de cine.

Un ex convicto arrepentido (Benicio del Toro) abraza con fervor la fe cristiana para expiar sus pecados y empezar una nueva vida, pero el destino le tiene reservado algo muy distinto. Un accidente fatal del que él es causante provoca la muerte de las tres personas más queridas del personaje de Naomi Watts.

De la noche a la mañana, se encuentra con que su vida ha dado un giro de 360 grados. Desdesperada, recurre a la bebida y los estupefacientes para encontrar un sentido a tanto dolor, pero sólo la muerte del verdugo podrá redimirla, y a ello dedicará su empeño a partir de entonces.

Al personaje de Sean Penn, enfermo del corazón, le quedan pocos meses de vida, y la única alternativa posible es el transplante de otro órgano. El donante resulta ser el marido fallecido del personaje de Naomi Watts. Con su nuevo corazón, es un hombre nuevo que puede llevar una vida normal, y quiere agradecer a la viuda su enorme generosidad, por lo que se las arregla para conseguir la dirección de su casa (una información que los médicos no están autorizados a revelar) y presentarse personalmente.

No se atreve a decirle que lleva dentro de sí el corazón de su marido muerto, y empiezan a fraguar una amistad que deriva en una relación sexual. Para ella él significa el único asidero al mundo real, la única persona en la que ha confiado durante los meses transcurridos desde la brusca pérdida del sentido amado de su vida, de manera que cuando al fin él le cuenta el secreto, ella lo acepta y continúan con la relación, si bien su primerísima reacción es un arrebato de odio violento hacia su compañero y un sentimiento de haber sido engañada y utilizada (esta escena es espectacular y los dos actores están soberbios en sus interpretaciones. Ella transmite desesperación por todos los poros de su piel, y él asiste serenamente a esa manifestación de rabia como comprendiendo y compartiendo sus motivaciones).

Ella no puede ser feliz en este mundo carente de sentido si no lleva a cabo aquello que la redimiría de su dolor profundo: la muerte del verdugo. El verdugo no es tal, puesto que fue un accidente del que él se siente profundamente arrepentido y por el que quiere penar en la cárcel (una manifestación más de su enorme fe), pero eso ella no lo sabe, y tal es su dolor que apenas le importaría si lo supiera.

El personaje de Benicio del Toro abraza la libertad, sin embargo, gracias a su esposa y el dinero que paga por ver a su marido junto a ella y sus hijas. Una vez libre, está a merced de la mujer que quiere acabar con su vida y el hombre que va a ayudarla. Si tienen éxito o no en esta empresa, es algo que esta redactora no va a revelar (ya ha habido suficiente destripe de argumento).

Lo más interesante de la narración del filme es que no es lineal. Está construido como un puzle de retazos, retrocediendo al pasado y volviendo al futuro constantemente, de forma que al principio resulta desconcertante y no se entiende bien. Pero después de los primeros veinte minutos ya se empieza a comprender el argumento y a ensamblar mentalmente las piezas. No es fácil hacer una película con este tipo de narración y tener éxito, pero González Iñarritu es un director de talento, y no tiene que recurrir a ninguna herramienta para diferenciar los diferentes pedazos (pongamos blanco y negro para el tiempo pasado).

Aunque tampoco podría haber hecho esto teniendo en cuenta que estos trozos no parecen ir en un sentido temporal lógico, parecen haber sido encadenados de forma puramente aleatoria, como si en la sala de montaje (o en el ordenador) hubieran echado al aire los pedazos y los hubieran editado según los iban recogiendo del suelo. El resultado es más que satisfactorio, en cualquier caso.

En cuanto a las emociones y los sentimientos que explora el filme, ahí están el amor, el odio, el arrepentimiento, la compasión, la venganza, la fe y el erotismo. Todos ellos bullendo dentro del espectador, pegado a su asiento sin posibilidad de escape. Una gran película, definitivamente.<!–[if !supportEmptyParas]–> <!–[endif]–>

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